Un mensaje al futuro en un satélite de comunicaciones

El pasado 20 de noviembre fue lanzado el satélite de comunicaciones EchoStar XVI. Hasta aquí nada nuevo, pero lo curioso de caso es que este satélite lleva en su exterior nada más y nada menos que un mensaje dirigido al futuro. El mensaje consiste en cien imágenes del planeta Tierra almacenadas en un disco de silicio bañado en oro diseñado por el MIT y el Carleton College. El disco es fruto del proyecto The Last Pictures, una creación del artista Trevor Paglen, que también es el autor de las imágenes.

Disco The Last Pictures, un mensaje al futuro (The Last Pictures).

Satélite EchoStar XVI (ILS).

Los satélites situados en órbitas bajas se queman en la atmósfera terrestre al cabo de meses o años. Como mucho, pueden aguantar unos cuantos siglos. Sin embargo, los satélites localizados en órbitas más altas o en la órbita geoestacionaria son capaces de permanecer miles o millones de años alrededor de la Tierra. Con el tiempo, la influencia gravitatoria del Sol y de la Luna puede provocar que un satélite geoestacionario termine en órbita solar o, en algunos casos, en una órbita elíptica de tal forma que termine por reentrar en la atmósfera de la Tierra. Es decir, nadie sabe con seguridad dónde terminará el EchoStar XVI dentro de varios miles o millones de años, pero el caso es que lo más probable es que sobreviva durante mucho tiempo. Al término de su vida útil de 15 años, el EchoStar XVI será enviado a una órbita cementerio situada a una distancia ligeramente mayor que la de la órbita geoestacionaria (a 36000 km de la Tierra). Si el disco sobrevive a las carambolas gravitatorias y a los posibles impactos de micrometeoros o de trozos de chatarra espacial, su final llegará dentro de varios miles de millones de años, cuando el Sol se convierta en una estrella gigante roja y las altas temperaturas terminen por fundirlo.

Al igual que los discos de las sondas Voyager o las placas de las Pioneer 10 y 11, la cubierta del disco contiene información sobre el periodo de rotación de 13 púlsares (estrellas de neutrones que giran rápidamente y que se van frenando con el tiempo), cinco de los cuales son especialmente estables y poseen periodos inferiores a los 10 milisegundos. De esta forma, los seres humanos del futuro que (re)descubran el disco podrán saber con precisión cuándo fue fabricado al comparar los periodos de rotación de los púlsares. A diferencia de los mensajes de las sondas interestelares, el disco del EchoStar XVI no necesita especificar dónde se originó el mensaje (incluso si el satélite termina en órbita solar es obvio que su origen sólo ha podido ser la Tierra) y tampoco va dirigido a una especie alienígena.

En la cubierta del disco se puede ver un mapa del cielo del hemisferio sur donde las estrellas aparecen representadas como círculos con un tamaño proporcional a su magnitud visual, mientras que los cuadrados representan fuentes de radio -principalmente núcleos de galaxias activas (AGN)- y los triángulos son púlsares con periodos de rotación de pocos milisegundos. La fecha de fabricación del disco (octubre de 2011) aparece en binario, donde los ceros son guiones ("-") y los unos palos ("|"), a los que hay que añadir la "x" para separar la parte decimal de los números. Dos líneas de coordenadas perpendiculares cruzan la cubierta y el lugar en el que se cortan señala el polo sur celeste del año 2000 (debido a la precesión, los polos celestes cambian continuamente).

Cubierta del disco con el mapa celeste que señala los púlsares, así como otras instrucciones para su interpretación (J. M. Weisberg et al.).

Los trece púlsares usados para fechar la fabricación del disco (J. M. Weisberg et al.).

La cubierta también contiene un mapa con la distribución actual de los continentes de la Tierra, así como el periodo de rotación de nuestro planeta y el de la Luna. Al igual que en los mensajes de las Pioneer y Voyager, los tiempos se dan como múltiplos de la transición hiperfina del átomo de hidrógeno. Para que el mensaje quede más claro, se incluyen los valores en binario de raíz de dos (la longitud de la hipotenusa de un triángulo rectángulo isósceles cuyos catetos miden la unidad) y la proporción entre las áreas de un círculo y un cuadrado. Por su parte, las imágenes están micrograbadas en el interior del disco, así que -a diferencia de las Voyager- no hay necesidad de incluir instrucciones para leerlas.

The Last Pictures es una iniciativa ciertamente romántica y muy inspiradora. Aunque existen artilugios parecidos en otros vehículos espaciales, me sorprende que un 'simple' satélite de comunicaciones porte un mensaje para nuestros descendientes, mientras que la New Horizons -una sonda que abandonará el Sistema Solar para convertirse en el quinto emisario interestelar de la Humanidad- carece de uno.

Nuestra civilización está obsesionada con dejar mensajes para las generaciones futuras, así que no deja de ser paradójico que el grupo más numeroso de potenciales mensajeros sean sin duda los satélites geoestacionarios. Por cada sonda espacial o satélite científico en el espacio hemos lanzado decenas de 'anodinos' satélites de comunicaciones. Cuando la última ruina de la última ciudad humana se haya borrado de la faz de la Tierra por culpa de la erosión, todavía existirán ahí fuera miles de satélites que probarán que en el tercer planeta de este Sistema Solar existió una vez una civilización tecnológica.

Más información:

• The Last Pictures.
• A TEMPORAL MAP IN GEOSTATIONARY ORBIT: THE COVER ETCHING ON THE EchoStar XVI ARTIFACT, J. M. Weisberg et al. (The Astronomical Journal, octubre 2012).